lunes, 25 de octubre de 2010

HITLER y CHAPLIN

Si en algún episodio de la historia da cuenta de la cercanía y a la vez el enfrentamiento ancestral entre el humor y el poder, es durante en la II Guerra Mundial, la realización de la película “El gran dictador”

(The Great Dictator) en la que Charles Chaplin se ocupó de brindarnos una parodia de Adolfo Hitler.
Chaplin conoció a Hitler por unas postales que alguien le envió de Alemania. Esta es la descripción que hace el humorista de la primera impresión que el dictador le produjo: “La cara era tremendamente cómica, una mala imitación mía, con su bigote absurdo…No pude tomar a Hitler en serio. Cada postal lo mostraba en una postura distinta…el saludo con la mano caída sobre el hombro, la palma hacia arriba, me daba el deseo de colocar sobre ella una bandeja de platos sucios. ‘Es un loco’, pensé. Pero cuando Einstein y Thomas Mann se vieron obligados a marcharse de Alemania, la cara de Hitler dejo de parecerme cómica parea hacerse siniestra” (Charles Chaplin: “Mi autobiografía”).

Hitler, por supuesto, tuvo conocimiento del trabajo Chaplin y concretamente de la parodia suya hecha en “El Gran Dictador”. A pesar de que la película fue prohibida por él en Alemania, cuentan que Hitler la vio en su sala de proyecciones de la Cancillería. Con razón dice Chaplin en el discurso final de esa película que los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo. No sabemos qué comentó el dictador acerca de la película, pero seguramente no debe haberle causado ninguna gracia, puesto que uno de los rasgos de las dictaduras es la ausencia de sentido del humor y la persecución del humorismo.

Las similitudes entre Hitler y Charlotte eran sorprendentes: Ambos habían nacido el mismo año, en 1889, ambos usaban bigotes cortos, aunque Chaplin reclamaba la primacía de los suyos. Los dos habían tenido infancias difíciles, aunque a todas luces la de Chaplin fue mucho más dura y dolorosa. Es curioso, como si la vida nos dijera que un mismo tiempo, bajo circunstancias similares, puede producir con el mismo barro a un artista de la amorosa sensibilidad de Chaplin y a un asesino como Adolfo Hitler. La diferencia entre cada destino humano sometido a similares circunstancias tiene que ver con la manera en que el alma amasa ese barro constitutivo para rematar la propia forma: En algunos seres el sufrimiento despierta el deseo de redención de la humanidad toda y en otros, solo el resentimiento, que se transforma luego en anhelo de venganza.

Estas similitudes de las que Chaplin era muy consciente, fueron usadas por él en la puesta de “El Gran Dictador”. Un barbero judío, copia idéntica de Hynkel (el dictador del film), perseguido, huye de Alemania vestido de solidado. Por error, las tropas de Hynkel apresan al dictador y toman al barbero por el verdadero Hynkel. Esto hace que Chaplin sea conducido ante las multitudes para pronunciar un discurso en el inicio de la conquista del mundo.

En ese discurso, habla el humor para decir, como siempre cosas muy profundas y serias:
“Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura. ..En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón.

Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

Soldados.

En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.”

Definitivamente el humor y el poder están estrechamente vinculados, son dos caras de una misma moneda: El humor sueña el poder para la democracia, la justicia y la libertad. El poder debería marchar en la misma dirección, pero, en no pocas oportunidades, cae en manos de insensatos e inescrupulosos que se dan libertad a sí mismos para oprimir al pueblo, como señaló Chaplin, porque terminan ellos creyendo ser el pueblo mismo

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